¿Quieres ayudar a otra persona? Hazte esta pregunta.

¿Alguna vez has intentado ayudar a otra persona y luego te diste cuenta de que quizá tu manera de hacerlo no era la mejor? Escucha esta historia y veamos si alguna vez te ha pasado algo parecido.
Hace algunos años, tuve una experiencia que me hizo cuestionar cómo ayudamos a los demás y qué dice eso sobre nosotros. Fue un momento cotidiano y simple, durante la hora de almuerzo, pero me dejó un importante aprendizaje.
Te contaré esta historia y luego reflexionaremos juntos: ¿realmente ayudamos de la mejor manera o a veces proyectamos en los demás lo que nosotros mismos necesitamos?
La Historia
Yo trabajaba como funcionaria en una entidad pública.
Ese día, había tenido mucho trabajo y, cuando me di cuenta, ya eran más de las dos de la tarde. Caminé rápido hacia el comedor institucional. Sabía que cerraban a las 2:30 p. m., así que había llamado para que me guardaran un menú.
Cuando llegué, el comedor estaba vacío.
Solo estaban la señora de la Caja y, al fondo, otra señora que limpiaba el piso del comedor.
Recogí y pagué mi menú. Me senté cerca de la puerta y empecé a comer, pensando en lo que haría el resto del día. Tenía varios pendientes y quizá saldría de la oficina de noche, tarde…
De pronto, escuché el sonido de sillas arrastrándose.
Era la señora de limpieza, a quien llamaré Gladys. Movía las mesas y las sillas con rapidez, poniendo las sillas encima de las mesas, organizando todo en un rincón.
Por un momento, me sentí incómoda, fuera de lugar, como que debía salir pronto de ahí.
Pensé que Gladys estaba molesta porque yo la estaba retrasando.
Pero aún no eran las 2:30 p. m., así que podía estar ahí.
Gladys se detuvo un rato y me miró un poco seria.
Le pregunté entonces si ella había almorzado y me dijo que no podía hacerlo hasta terminar de limpiar todo el piso del comedor. Y tenía que esperarme.
Entonces, algo en mí se activó. Quería ayudarla.
¿Y si Gladys almorzaba, mientras yo también lo hacía?
Fui hasta la caja y le pregunté a la otra trabajadora si era una norma del comedor que debía almorzar después. Me dijo que no, que de hecho, algunas empleadas estaban almorzando en la cocina.
Regresé contenta donde Gladys y le dije que sí podía almorzar.
Pensé que le estaba ofreciendo una solución.
Pero su respuesta me sorprendió.
Con naturalidad, me dijo que ella siempre almorzaba al final, después de limpiar.
Era su manera de hacer las cosas.
Me quedé en silencio y continué con mi almuerzo.
Mi Reflexión Personal
Han pasado más de cinco años desde ese día.
No recuerdo todos los detalles, pero sí recuerdo bien la sensación de vergüenza que sentí en ese momento.
¿Por qué?
Porque pensé que Gladys necesitaba ayuda y tomé la decisión de encontrar una solución para ella.
Y así no actuaba yo.
Entonces, me di cuenta de cómo mis ideas previas influían en mis acciones. Estaba proyectando mis propios pensamientos sobre su situación.
Su respuesta me permitió ver que ella, como todas las personas, nos organizamos de la mejor manera. Ella respetaba su trabajo, se preocupaba por mantener una rutina que probablemente le funcionaba bien, y yo simplemente no lo había tomado en cuenta.
¿Se trataba de ella o de mí? Quizá la incomodidad de su espera, me impulsó a actuar.
Y aquí hay un mensaje:
A veces, nuestra ayuda puede responder a lo que nosotros sentimos, no a lo que la otra persona necesita.
Reflexionemos juntos
Ahora te invito a pensar en ti.
🔹 ¿Cómo ayudas a otras personas?
🔹 ¿Alguna vez has supuesto lo que alguien necesitaba, sin preguntarle primero?
🔹 ¿Has creído que tú eras quien debía resolver una situación por otra persona?
A veces, ayudar significa dar espacio, respetar la motivación y reconocer la autonomía de la otra persona.
Si esta publicación te hizo reflexionar, te invito a leer: "Cómo ayudar a otra persona con respeto".
Y recuerda:
Antes de ayudar a alguien, pregúntate: ¿para quién lo estás haciendo realmente?
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