16: Aprender no es saber. Es un proceso que implica todo tu ser.
Cuando has querido hacer algo nuevo, ¿has pensado que ya sabías lo necesario y tenías poco que aprender? ¿O que no sabías lo suficiente y debías buscar y buscar más información?
En este episodio, te cuento una experiencia personal para mostrarte que puedes aprender distinto, reconociendo que lo haces con todo tu ser y que este proceso es continuo como una conversación abierta.
¡Empecemos!
Te cuento una experiencia que viví durante mi proceso de formación como coach ontológica y regreso después a ti con algunas preguntas para tu reflexión personal.
La historia
Como parte de mi formación, tenía sesiones de coaching de práctica con personas que no eran muy cercanas a mí (no familiares, ni amigos de toda la vida).
Además, registraba mis reflexiones y aprendizajes en unos informes.
En algunas sesiones, debía grabar un audio para su evaluación posterior. En otras sesiones, un supervisor o supervisora participaba, observando mi desempeño como coach, y me daba retroalimentación, luego de finalizar la sesión.
La evaluación era permanente, durante el proceso de formación.
Aprendía durante la marcha y, por tanto, la expectativa era que yo me fuese dando cuenta de quién estaba siendo como coach, mientras acompañaba a otras personas.
Ahora hablemos de lo que había previsto y lo que sucedió.
Había previsto usar mis “ventajas” y todo saldría bien.
En términos racionales, yo pensaba que tenía varias ventajas para realizar estas prácticas:
- Me gustaba conversar, desde niña.
- Tenía facilidad de comunicación, por ser docente universitaria.
- Me comunicaba con respeto y apertura, lo cual había aprendido especialmente durante mi investigación del doctorado, cuando entrevisté a distintas personas en poblaciones rurales de Centroamérica.
- Tenía curiosidad y me gustaba aprender.
Puedo seguir… Realmente, tenía una lista mental de mis ventajas.
Yo pensaba que sabía lo necesario por las experiencias previas que había tenido y ahora solo debía seguir la técnica que estaba aprendiendo.
Mis sesiones de práctica no estaban resultando como pensaba.
Hubo un momento en el cual estas sesiones de práctica no salieron según lo esperado.
Yo estaba muy motivada, pero me agoté por las actividades laborales que realizaba.
Además, mis técnicas personales “aprendidas” para ser eficiente no me funcionaban.
Apuntar las principales ideas o frases durante las sesiones para hacer mis preguntas; tener un listado de preguntas clave o seguir ordenadamente la estructura de la sesión, no me servía.
No sentía que estaba acompañando como debía a las personas.
Y esta era mi percepción, no necesariamente la de ellas.
Llegué a pensar que no estaba lista para ser coach, que debía hacerlo en otro momento, cuando tuviese tiempo para enfocarme en el proceso por completo y hacerlo bien.
Algo importante me sucedía
Estaba retando esas ideas sobre mis ventajas y mis técnicas personales. Y estas habían sido mis “certezas”, las que consideraba fortalezas para aprender a mi manera.
Sin esas certezas, ¿qué podía hacer?
En otras circunstancias, hubiese ido a buscar y buscar más información, videos de sesiones, practicar día y noche...
Pero emocionalmente, estaba triste porque pensaba que perdía una oportunidad valiosa y quería sinceramente acompañar a otras personas.
Había una razón importante detrás de cómo me sentía.
Y vino la aceptación
Me estaba dando cuenta de que saber en mi mente o adquirir conocimientos de técnicas o estructuras no era suficiente.
Necesitaba desaprender mis maneras previas de aprender.
Así como yo estaba creciendo personalmente, las personas a quienes acompañaba en las sesiones podían vivir una transformación, pero esta no dependía de mí o de mis expectativas.
No era yo quien iba a “ayudar” a otras personas.
Era un proceso de ida y vuelta, para el cual yo debía aceptar que “no sabía” y que eso estaba bien.
Porque aprendíamos juntas en la sesión, al conversar sobre el asunto que le interesaba a esa persona.
Lo que necesitaba para facilitar ese aprendizaje
Dejar atrás pensamientos sobre mí y mi desempeño y enfocarme en la conversación, en lo que estaba ocurriendo ahí. No en la siguiente pregunta o la siguiente sesión.
No era necesario apuntar frases, ni estresarme por el tiempo.
Era suficiente estar presente.
Presente significa estar ahí para la otra persona, prestando atención a todo su ser: lo que dice, cómo lo dice, qué explicaciones o interpretaciones tiene a partir de esa historia…
Y cómo se siente, lo cual se puede leer en su cuerpo, aunque no lo diga expresamente.
Era necesario estar presente al 100%.
Y ser consciente de cómo estaba yo, qué pensaba, qué sentía.
Porque la conversación es entre dos personas.
Y el coaching (en resumen) es una conversación de aprendizaje que te permite conectar con tu poder interior.
Ahora debía aprender a estar presente…
La llave “mágica” en mi proceso de aprendizaje
¿Cuál fue mi llave mágica para aprender a estar presente?
Practicar en mis conversaciones cotidianas, en mi hogar, en mi trabajo, en toda circunstancia, en la medida de lo posible.
Observar con respeto y tener curiosidad por comprender la inquietud de la otra persona, qué le preocupa, qué me quiere decir aunque no lo haga con palabras.
Y así pude aprender, con la práctica, cómo estar presente.
Sin expectativas, sin libretos, con humildad y amor.
Algunas preguntas para tu reflexión
- ¿Cómo vives tu proceso de aprendizaje?
- ¿Qué pensamientos y emociones te acompañan?
- ¿Qué sucede contigo cuando te das cuenta de que no sabes?
- ¿Te lanzas con incertidumbre o te apegas a tus certezas?
- ¿Te permites desaprender?
Finalmente, ¿cuáles y cómo son tus conversaciones cotidianas?
Anímate a tener conversaciones abiertas y estar presente en ellas.
Disfruta aprender con todo tu ser. ¡Tú puedes!
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