17: Evoca, siente y vive tu motivación auténtica.
¿Alguna vez te han hecho una pregunta que no esperabas? ¿Y quizá, pasado un tiempo, esa pregunta regresa a ti?
Ahora tu respuesta podría ser distinta… o no. ¿De qué depende?
Te compartiré una pregunta que me permitió “articular” mi motivación; es decir, expresar con palabras lo que me movió para iniciar y completar un proyecto importante.
Y esa motivación auténtica está detrás de mi decisión de acompañarte con Aprende Siendo. ¡Empecemos!
En realidad, no recuerdo muy bien la pregunta, pero sí recuerdo vívidamente lo que sentí cuando la escuché. Permíteme contarte algunos antecedentes, antes de mostrarte la escena.
¿Cuál era el contexto?
Yo había efectuado una investigación académica durante casi cinco años, fuera de mi país.
Mi punto de partida había sido el análisis de proyectos de infraestructura (agua, saneamiento) y de reconstrucción post-emergencia, en localidades rurales de Centroamérica.
Había planteado una manera de analizar los proyectos financiados por cooperación internacional, con un criterio que llamé “eficacia de autonomía humana”.
De este modo, había extendido mi análisis más allá de los proyectos como instituciones que “ayudan” a las personas.
En contraste, estaba planteando que la eficacia o el éxito de esos proyectos dependía de aquello que las personas y sus comunidades eran capaces de lograr por ellas mismas, incluso después de terminados estos proyectos.
Buscaba que los proyectos promuevan la autonomía de las personas.
¿Cuál era la situación específica?
Estaba en la sala de actos de mi universidad (en Maastricht, Países Bajos), con el objetivo de obtener mi título de doctora, como experta en el tema que yo había elegido investigar.
Yo conocía la formalidad del evento: tenía 15 minutos para exponer los principales aportes de mi investigación. Después, el jurado tendría 45 minutos para hacerme preguntas y yo, responderlas.
A ese evento le dicen “defensa de la tesis”. Es un evento público, en el cual tenía que demostrar ante el jurado, mis asesores, mis colegas y otras personas que había hecho una contribución importante, no solo teórica sino sobre todo práctica.
Además, debía ser capaz de exponer de manera clara y sencilla sobre mi tesis y de responder las preguntas de los cinco miembros del jurado.
¿Qué había pasado los días previos?
En realidad, mi tesis ya estaba aprobada.
Los miembros del jurado habían tenido casi cuatro semanas para evaluar mi tesis y habían autorizado a que ocurra mi “defensa”. Incluso, por las regulaciones de la universidad, yo había impreso copias de mi tesis en formato de libro (como se acostumbra en los Países Bajos). No había mayor “riesgo”... Yo sabía.
Además, había planificado todo lo necesario.
Desde que mi tesis fue aprobada por mis tres supervisores, yo había seguido cuidadosamente todos los pasos previstos.
Sabía quiénes eran los miembros del jurado y ellos habían emitido un informe de evaluación sobre mi tesis. Conociendo su perfil, yo intuía qué tipo de preguntas podrían hacer.
Por otro lado, la universidad me había ofrecido un asesor en comunicaciones para que yo prepare mi exposición. Me había orientado con respecto a la forma y extensión de las diapositivas, mi tono y énfasis en la voz, seguridad en la mirada, etcétera.
Tenía una manera de exponer que yo no había experimentado antes (un poco dramática, pensaba), pero tenía curiosidad y disfrutaba aprender.
Por mi parte, me había preocupado por mi apariencia: vestimenta, calzado, corte de cabello… Y había organizado con detalle la recepción después del evento, la cena, el menú, los invitados...
Pensaba que tenía lo necesario para disfrutar ese día.
También tenía apoyo emocional.
Mi mamá había viajado desde Lima, especialmente para la ocasión, en representación de toda mi familia.
Dos amigas muy queridas me iban a apoyar con su presencia, de pie, toda la hora que durase el evento como “paraninfen” (con un rol tradicional en estos casos). Su presencia era simbólica porque ellas habían estado siempre conmigo y yo con ellas, en sus propios proyectos.
Asimismo, mis tres asesores de distintas universidades estaban presentes. Mi asesora de Estados Unidos había llegado poco antes y tenía gran expectativa.
En realidad, mis asesores conocían bastante de mis idas y venidas y habían respetado mis decisiones durante todo el proceso de investigación. Era mi tema elegido.
También estaba un profesor que me había apoyado desde el inicio e impulsado para iniciar mi doctorado, a quien siempre agradeceré.
En conclusión, tenía todo listo para el gran acontecimiento: seguridad, organización y apoyo emocional.
Ahora sí, ¿cuál era la escena?
La sala de actos tenía dos secciones diferenciadas.
Una sección estaba organizada tipo auditorio, con butacas en distintos niveles, para el público. La otra sección estaba dispuesta con muebles en forma de dos medias lunas, para que se ubiquen los miembros del jurado y mis asesores.
Yo estaba en el medio, de pie, frente al público. A cada lado, estaba una de mis “paraninfen”. Tenía una pantalla inmensa detrás de mí, con el contenido de mis diapositivas.
Los miembros del jurado y mis asesores estaban vestidos con atuendos especiales, con una toga o túnica larga de color oscuro (distinta según la universidad de procedencia) y un birrete sobre la cabeza que los distinguía como profesores.
El presidente del jurado era rector en un instituto universitario y profesor principal en mi universidad. Tenía mucha experiencia en cooperación para el desarrollo y en la región latinoamericana.
Mi exposición, siempre mirando hacia el público, duró quince minutos exactamente, como lo había ensayado. Luego, comenzaron las preguntas.
¿Cuál fue la pregunta y qué pasó entonces?
Primera pregunta, del presidente del jurado – como la recuerdo hoy:
"Tienes dos mundos extremos.
Por un lado, estás interesada en el desarrollo humano y la autonomía de las personas. Por el otro, has analizado proyectos de cooperación internacional.
Los proyectos son lo más rígido que puede haber: tienes objetivos, actividades y un tiempo preciso para llevarlas a cabo.
¿Cómo se te ocurrió juntar esos dos mundos?"
Esa pregunta me descolocó por completo.
El profesor sabía de qué trataba mi tesis; entonces, yo no entendía porqué esa pregunta no tenía que ver con su contenido.
Mi interpretación
Si yo había planificado todo, había pensado en varias posibles preguntas, ensayado y estaba segura de que “sabía”:
¿Cómo iba a responder esa primera pregunta tan directa hacia mí como persona?
Repito la parte final:
"¿Cómo se te ocurrió juntar esos dos mundos?"
Ahora, como yo lo interpreté:
"¿Cómo o quién eres tú para querer juntar esos mundos y cambiar la realidad de cómo funciona la cooperación para el desarrollo?"
Entonces, me calmé y contesté con una respuesta insólita:
"Soy una persona tenaz y perseverante.
Si puedo generar consciencia de que esos proyectos pueden afectar la autonomía de las personas, más allá de lo que se haya planificado, el cambio ya se está iniciando."
Te digo que era una respuesta insólita porque no había pensado hablar de cómo era yo como persona.
Y resulta que me califiqué con adjetivos. Incluso usé una palabra en inglés que podría tener un significado positivo o negativo, según el contexto (“stubborn”).
En ese momento, me había olvidado de lo que otras personas podrían pensar o de las preguntas que podrían seguir a aquella primera.
Simplemente, me dejé llevar y esa respuesta marcó el inicio de la “defensa” de lo que me importaba.
El sentido de mi respuesta
El profesor me había traído a la raíz de lo que estaba viviendo:
- ¿Cómo podía hablar de desarrollo humano, si dejaba de lado el ser humano que yo era?
- ¿Cómo otras personas podrían comprender la relevancia de mi investigación, si no conocían cuál había sido mi motivación?
- ¿Cómo podía conectar con ellas?
Entonces, ¿de dónde salió esa respuesta?
Salió de una emoción que probablemente fue miedo.
Todo lo que había planificado (“mi proyecto”) podía caerse y esa investigación era muy importante para mí.
Además, sentí que era el momento de hablar, más allá de lo académico, de lo que valoraba.
Y ahora, esa pregunta sigue siendo relevante en mi decisión de acompañarte con Aprende Siendo.
La refraseo:
“¿Para qué lo haces y qué puede cambiar?”
Primero, te respeto como persona y deseo vivamente que te des cuenta de tu valor, más allá de lo que sepas o quieras conocer.
Y así conectada con mi ser, evoco, traigo presente y siento mi motivación auténtica.
Segundo, si sientes que mereces y puedes liderar tu vida según tus valores, puedes vivir tu motivación auténtica y transformar tu vida.
¿Te acompaño?
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